martes, 22 de febrero de 2011

EL PAQUETE DE GALLETAS

Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora.
La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua para pasar el tiempo.

Buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.
Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario.

Imprevistamente, la señora observó como aquel muchacho, sin decir una sola palabra, estiraba la mano, agarraba el paquete de galletas, lo abría y comenzaba a comerlas, una a una, despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera, pero tampoco dejar pasar aquella situación o hacer de cuenta que nada había pasado; así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete y sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió.
La señora ya enojada, tomó una nueva galleta y con ostensibles señales de fastidio, volvió a comer otra, manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.
El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta.
La señora cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente, la señora se dio cuenta de que en el paquete solo quedaba la última galleta.
“No podrá ser tan descarado”, pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.
Con calma el joven alargó la mano, tomó la última galleta, y con mucha suavidad, la partió exactamente por la mitad.
Así, con un gesto amoroso, ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.
- ¡Gracias! – Dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
- De nada. – Contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.
Entonces el tren anunció su partida…

La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón.
Al arrancar, desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en él andén y pensó:
“¡Que insolente, qué mal educado, qué ser de nuestro mundo!”
Sin dejar de mirar con resentimiento al joven, sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado.
Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró, dentro de su cartera, su paquete de galletas INTACTO.

Cuantas veces nuestros prejuicios, nuestras decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a las personas y cometer las peores equivocaciones.
Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juzguemos, injustamente a personas y situaciones, y sin tener aun el por qué, las encasillamos en ideas preconcebidas, muchas veces tan alejadas de la realidad que se presenta.

Así, por no utilizar nuestra capacidad de autocrítica y de observación, perdemos la gracia natural de compartir y enfrentar situaciones, haciendo crecer en nosotros la desconfianza y la preocupación.
Nos inquietamos por acontecimientos que no son reales, que quizás nunca lleguemos a contemplar, y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca ocurrirán.

sábado, 19 de febrero de 2011

EL PERRO FIEL

Una pareja de jóvenes tenía varios años de casados y nunca pudo tener hijos.Para no sentirse tan solos compraron un cachorro Labrador, el cual criaron como si fuera su propio hijo.

El cachorro creció hasta convertirse en un grande y hermoso Labrador. El perro salvó en más de una ocasión a la pareja de ser atacada por los ladrones. Siempre era un perro fiel a sus dueños contra cualquier peligro.

Luego de 7 años de tener al perro, la pareja logró tener al hijo tan ansiado, la pareja estaba tan contenta con su nuevo hijo que disminuyeron las atenciones que tenían para con el perro. Éste se sintió relegado y comenzó a tener celos del bebé. Gruñía cuando sus dueños paseaban al bebé y no era el perro cariñoso y fiel que tuvieron durante 7 años.

Un día la pareja dejó al bebé plácidamente durmiendo en la cuna, mientras preparaban una carne en la terraza, cual no sería su sorpresa, cuando al dirigirse al cuarto del bebé, ven al perro con la boca ensangrentada moviendo la cola.

El dueño del perro pensó lo peor, sacó un arma y en el acto mató al perro. Corrieron al cuarto del bebé y con gran asombro lo encontraron tranquilamente durmiendo. En la parte debajo de la cuna del bebé encontraron una serpiente degollada.

El dueño lloró amargamente lamentándose: “He matado a mi perro fiel”.

Cuántas veces hemos juzgado injustamente a las personas. Lo que es peor, las juzgamos y las condenamos sin investigar a qué se debe su comportamiento, cuáles son sus pensamientos y sentimientos.

Muchos amigos fieles hemos “matado” por no aclarar una situación, muchas veces las cosas no son tan malas como parecen, sino todo lo contrario. La próxima vez que nos sintamos tentados a juzgar y condenar a alguien recordaremos La Historia del Perro Fiel.